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CONTRA LA MENTIRA

Dios condena la mentira. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento podemos encontrar advertencias claras contra la mentira, como por ejemplo:

«No hurtaréis, y no engañaréis, ni mentiréis ninguno a su prójimo.» Lev.19:11.
«Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, y los disolutos, y los homicidas, y los idólatras, y cualquiera que ama y hace mentira.» Apo.22:15.

Hace algún tiempo he notado que algunos hermanos tienen poco temor de decir mentiras, y esa mala influencia ha ido aumentando hasta el punto de que hay entre nosotros quienes no sólo mienten, sino que además tratan de justificar la mentira e inducen a otros a mentir.
La mentira es más o menos grave de acuerdo a la intención con que se diga, pero nunca puede ser justificada, aunque fuere noble la intención de quien la dice. Se hace más gravosa cuando se trata de engañar a Dios o a sus elegidos, y prueba de ello es el caso de Ananías y Safira.

«Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón a que mintieses al Espíritu Santo?... No has mentido a los hombres, sino a Dios. Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y expiró...» Hech.5:3-5.

La verdad debe ser callada cuando no conviene que se diga, pero nunca debe ser traicionada ni exagerada por los que quieran servir a Dios.
Podemos encontrar, tanto en las Sagradas Escrituras como en la historia de la iglesia, algunos casos de fieles que en circunstancias especiales se apartaron un poco de la verdad; pero eso no implica que ellos en particular, o la mentira en general, sean aprobados por Dios. Los fieles nos dan muchos y preciosos ejemplos que sí debemos imitar en lugar de ponernos a cazar sus defectos para justificar los nuestros.
No cambian sus valores, la basura, aunque se guarde en un joyero, ni la joya valiosa, aunque se halle en un basurero; de igual manera debemos apreciar las virtudes y buenos ejemplos que veamos en otros, aun en los más pecadores, pero no los defectos que, como rezagos, queden todavía en un santo.
Dejemos la mentira para los hijos del diablo, que es el padre de la mentira.

«Vosotros de vuestro padre el diablo sois. El no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.» Jun.8:44.

Nosotros, los hijos de Dios, debemos permanecer en la verdad aunque por ello tengamos que sufrir, pues la verdad es la única que nos hace libres. Cristo es la Verdad, y el nos dice:

«Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará.» Jn.8:32.
«Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.» Apo.2:10.

Queridos hermanos, luchemos todos juntos contra la mentira, pero antes de combatirla en los demás, primeramente cada uno procure eliminarla totalmente de sí mismo.

Spmay. B. Luis, P. Baracoa, Oct. 1972